domingo, 3 de julio de 2016

El sueño y el dormir

El pueblo griego, hace miles de años, sostenía que el sueño era una actividad gobernada por los dioses, específicamente por Morfeo hijo de Hipnos (quien era la personificación misma del sueño), y a su vez sobrino de Tánatos (dios de la muerte no violenta). Pensemos que ambos, Hipnos y Tánatos eran hermanos gemelos descendientes directos de la noche, o la oscuridad.  
Morfeo  se corporizaba en los sueños de los mortales adoptando la forma de seres conocidos del  soñante, y así, se creía que los dioses influían en los mortales.  Los romanos, se sirvieron también de estas tradiciones griegas, y al igual que la mayoría de las culturas antiguas, le dieron particular importancia a los sueños y sus designios; se dice que,  llegaron a decretar la obligatoriedad de revelar cualquier sueño relacionado con el imperio para ser evaluado así su mensaje divino.  Los hebreos, aunque eran monoteístas, también los relacionaban con mensajes de Dios padre todo poderoso. Nuevamente, en este paradigma, se creyó que las pesadillas eran intervenciones de seres malignos que influían sobre las escenas y pensamientos “más oscuros” de las personas.
Pero volvamos brevemente a los griegos. Aristóteles, por otra parte, no estaba de acuerdo con sus contemporáneos, él sostenía que los sueños eran elaborados gracias a los vestigios de las experiencias conscientes de la persona; es más, creía que el sueño podía, inclusive, actuar inconscientemente en el soñante pudiendo provocar, mediante su insistencia,  que el evento soñado se produjera en la vida real.
Freud S., en el año 1900, en su obra (Die Tramdeutung), La Interpretación de los Sueños, trabaja sobre el descubrimiento del inconsciente, como esa localidad psíquica, en  donde determinado contenido queda en una instancia diferente a la conciencia del ser humano, pero no por ello ese contenido estaría inactivo o careciendo de importancia para el sujeto. Todo lo contrario, a diferencia del precepto cartesiano, Freud va a postular que justamente: “Se existe allí, donde no se piensa”, en el inconsciente y utiliza la dinámica del sueño para dar cuenta de ello.
El inventor del psicoanálisis, va a decir que aquellos contenidos traumáticos, de origen sexual, y aun más los infantiles, generan una tensión intolerable para la conciencia, por ello, mediante un mecanismo psíquico especifico denominado represión, ejecutado por un aspecto moral, el sujeto evade, en principio, estos pensamientos sepultándolos en “el inconsciente”, allí la consciencia del sujeto no tiene acceso directo a ellos.   
Ahora, ¿cómo es que estos pensamientos tan temidos o ingobernables actúan, si se encuentran en un lugar donde no pueden ser pensados?  Freud sostenía que, por ejemplo, durante el sueño, la censura psíquica que debe mantener estos deseos a raya, cede en su intensidad de trabajo, permitiendo que estos se agiten nuevamente. Si falla la elaboración onírica haciendo uso del resto diurno (concepto similar a lo postulado por Aristóteles) y de los camuflajes propios de los deseos en el sueño;  se generan significativas angustias y fuertes ansiedades, al enfrentar al sujeto, nuevamente con sus peores deseos y pensamientos incoercibles.
Entonces, en palabras de Freud, el sujeto sueña porque el relajamiento nocturno de la censura deja entrar en actividad el impulso ascensional de la fijación traumática; si fallase la función de su elaboración onírica (que debería transformar los recuerdos de los sucesos traumáticos en cumplimientos de deseos), el sujeto despierta ansioso y angustiado.  Inclusive existe el insomnio por temor a soñar con determinados contenidos psíquicos.


Por todo lo mencionado, podemos asegurar que dormir y despertar va más allá de los aspectos neuro bióticos de las conexiones reticulares, de la corteza cerebral, las funciones del Tálamo y tronco cerebral. Por lo que podrán recetarse medicaciones hipnóticas ansiolíticas, tan comunes en estos tiempos, pero siempre subyacerá un aspecto psicológico que requiere de ser tratado de manera adecuada. Después de todo, quizás, aún le tememos a las deidades que llevamos incorporadas.
Realizado por el Licenciado en psicología Carlos Ontivero.

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