En la clínica
se observa que muchos pacientes tienen un concepto de sí no muy positivo, o un
fuerte temor de ser determinada cosa. Esto
tiene tanta fuerza que les condiciona en su libertad de disfrutar de la vida, o
emprender realmente lo que quieren.

Aquí pareciera
jugase algo de la agresividad, que en psicoanálisis es constitutiva del sujeto.
Lacan (1988) toma el planteo de la agresividad como continuando con lo
postulado por Freud (1920) en su concepción de pulsión de muerte, es menester
recordar el momento socio histórico del que datan estos análisis; la segunda
guerra mundial movilizó a grandes planteos sobre las capacidades destructivas
del hombre y sus sociedades.
Para Lacan en
su segunda tesis, la agresividad,
sostiene que es dada como intención de agresión y como imagen de dislocación
corporal, y es bajo tales modos como se demuestra eficiente, destaca la eficacia de la intensión agresiva;
sostiene que la intimidación y o amenaza tiene una fuerte eficacia agresiva,
esto actúa dada la conformación de fenómenos mentales denominados “imagos”, cuyo poder sugestivo es
evidente, por lo que la agresividad puede manifestarse en la sola presencia, en
un semblante. Basta con pensar las
relaciones entre padres e hijos o en la representación del padre severo y su imagen.
Continúa
Lacan: Esta agresividad se ejerce ciertamente dentro de constricciones reales.
Pero sabemos, por la experiencia, que no es menos eficaz por la vía de la expresividad; un padre severo intimida
por la sola presencia y la imagen del Castigador, o descalificador, apenas
necesita enarbolarse para que el niño la forme, y ello resuena más lejos que
ningún estrago.
“Hace un tiempo un paciente mencionó que
su, ya fallecido padre, era de presencia tan estricta que luego de su muerte
nadie se atrevió a ocupar su lugar en la mesa, al igual que cuando vivía, nadie
se podía sentar en ese sitio”. Como es
de esperar esto no es sin consecuencias para los hijos.
Generalmente recuerdan al “Pino”, que bajo su follaje compite ferozmente por el agua y
los nutrientes impidiéndoles el crecimiento a otros, dejando francamente árida
la tierra bajo su sombra.
Pero no necesariamente tiene que haber un
padre déspota para producir un efecto negativo en la estructuración psíquica del
niño.
Ramírez (2010), en su análisis sobre la
agresividad en psicoanálisis, nos dice que Lacan es de la idea de que el nivel
fundamental de la relación al otro es la agresión, pero que ello es factible de
sublimación. Sin embargo, si se analiza
el fundamento de lo que se encuentra, se llega de un modo inevitable a la
hostilidad y no a la armonía; no se arriba a la unidad del sujeto, sino a la
división del sujeto contra sí mismo, por otra parte, esto correspondería con
las características del concepto de
superyó, posicionando al Otro en una suerte de agresor en relación al
desvalimiento del infans.
Por lo que no es necesario que para que un adulto significativo
otorgue una identificación negativa a un niño, ésta tenga que formularse en
forma manifiesta, explicita. (Hugo B. Blaichmar), la misma puede transmitirse
simplemente mediante el vínculo, generando una estructuración psíquica
determinada, que puede afectar su vida emocional a futuro, siendo muchas veces
extremadamente complejo poder llegar a las instancias de inscripción de esas
experiencias que, como se mencionó, no siempre son transmitidas explícitamente.
Pensemos que como el niño tiene el deseo genérico de ser el objeto
de deseo del otro, los deseos particulares del adulto pueden inscribirse en su
psiquismo incipiente como si fueran sus propios deseos particulares.
Vemos entonces que alguien puede sentirse desde sus fibras más íntimas
“tonto”, “malo”, feo, o lo que fuere, por identificación con la imagen que el Otro
significativo le da de sí, o por franca identificación con ese Otro significativo
que se siente y sabe de esa manera y se lo transmite.
Así es que, muchísimas veces, ante la consulta por un joven o
niño, lo primero que se sugiere es hacer terapia a sus padres. Pero cuando ya son adultos hay que vérselas con
eso.
Por Carlos Ontivero.
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