Recientemente, me encontré con un artículo publicado por un
colega en una red social, Facebook para ser exactos. Bien, en el mencionado artículo de Infobae se
planteaba, qué es lo que les estaba pasando a las mujeres; el autor sostenía
que se encontraban en crisis, es más, lo titulaba “Locuras Femeninas”. Hacía
referencia a que los hombres estábamos sufriendo las consecuencias de esta
“crisis” y por ello, no sabíamos cómo comportarnos… (Siempre sospeché que, en
el fondo, los hombres éramos todos, simples víctimas, je…)
Volvamos con un poco más de seriedad al artículo, allí se
sostiene que los roles masculinos y femeninos actuales están cambiando, y se
desprende de ese proceso, mujeres muy difíciles de entender.
Como si fuera poco, el texto desarrolla una extensa lista de ¿Caracteropatías
femeninas?, ¿Presentaciones fenoménicas de las mujeres?, la verdad ni idea de
cómo llamarlo. Para mí una pareja es una construcción dinámica, constituida por
dos partes, mujer y Hombre en un contexto sociocultural determinado y, si bien
es verdad que las mujeres han cambiado mucho en estas últimas décadas, los
hombres también… vamos chicos, por más que pongamos cara de Benicio del Toro, o
de Clin Eastwood en “El Bueno, el malo y el feo”…
Entonces, adjudicarles a las mujeres los infortunios de las
parejas actuales, en mi humilde opinión, es hacer un recorte extremadamente tangencial
de la realidad.
¿Entonces a qué se debe este frecuente fracaso en los vínculos
de pareja? ¿A que las minas sean histéricas?… ¿Esto es nuevo?
¿A que los hombres en la actualidad
se depilen hasta las cejas? ¿Que usen cremita para las arrugas? ¿Qué estén en
la casa la mayor parte del día cuidando el crio, mientras la mujer trabaja diez
horas por día, para la olla y financia los lujos?
No,
gente.
¿Entonces? Propongo pensar más en las
variaciones generales de la sociedad, si nos remitimos al recientemente finadito,
Zigmunt Bauman (un groso) y su concepción
de modernidad liquida, acaso no está más que claro que, para él, la búsqueda de
la identidad es tarea y responsabilidad del sujeto y que en esta modernidad
liquida, la felicidad se ha transformado de una aspiración ilustrada para el
conjunto del género humano, en un deseo netamente “individualista”, en una búsqueda
desesperada y a cualquier costo; más que en una circunstancia estable y en un “siendo
con otros”.
Así, “Sos” o “No sos nada”, y
si vos “Sos”, entonces yo “No soy”, el espejo a mí me posiciona en lugar de “Fracaso”,
en el “negativo del ideal del yo”, Hugo
Bleichmar.
Desde la teoría de Lacan, acaso no podríamos
decir que el sistema socio cultural actual, a modo de un gran Otro social, somete al
sujeto de su cultura a un análogo estadio del espejo, una suerte de estadio del espejo sociocultural. Donde ese
gran Otro muestra la imagen que se debe ser, lo que es deseable, la completud,
un fugaz y alienante yo ideal producto de una cultura de valores superfluos,
crueles y caprichosos, un ideal al que nunca se llega, y que como imagen, separa,
genera comparaciones y competencias implícitas en los vínculos, enfrenta y
divide.
De
alguna manera recuerda a “La voluntad de poder” de Nietzsche, la que se compone una suerte de instinto de conservación
en la dominación, la movilidad ascendente en la escala social teniendo más
poder que los otros, en la imagen sí ante los demás. Someter al otro, o quitarlo
del medio si se interpone, o cambiarlo si es conveniente para el objetivo, no
importa si es vecino, compañero, amigo o pareja.
“P…
sobran, lo que faltan son inversionistas”. Ricardo
Darin en la película “Nueve reinas”.
Pero,
se sabe cuál es el objetivo? Es la felicidad? Quien dice qué compone la felicidad?
En
definitiva el “Juntos a la par” del Carpo, parece haber pasado de moda… o estar
cronometrado, je.
Por Carlos Ontivero.
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