Estrés, un término
que se utiliza popularmente: “Estas estresado” o “Estoy estresado”, se dice
cuando alguien se siente agotado, superado por las exigencias del entorno etc.
El término estrés se torna muy frecuente en nuestro vivir cotidiano; de hecho,
aquellos más curiosos que han leído el posteo anterior, ese que oportunamente
publique como “Cuando de hábitos se trata” recordará que también hago
referencia al estrés como producto del sostenido entrecruzamiento entre el deficiente
descanso nocturno y las exigencias y responsabilidades habituales del día
siguiente.
¿Entonces qué es esto del estrés?
El estrés es un síndrome general de adaptación al ambiente. Se trata
específicamente de una respuesta inespecífica del organismo ante una demanda
que le signifique una determinada tensión.
¿Entonces el estrés es malo? No señor,
no es malo, el estrés actual es, en
consecuencia, parte de nuestra memoria filogenética; es decir que está
incorporado en nuestra memoria como especie: éste sería un patrón de respuestas
aprendido y adquirido a través de las sucesivas experiencias de la humanidad.
¿Entonces si el estrés no es
malo, porqué nos afecta tanto?
Este viejo síndrome de adaptación es el encargado de preparar nuestro
organismo para la supervivencia por medio de la confrontación o la huida, en
ello se efectúa una compleja reacción de
sistema endócrino y el sistema nervioso central. Se descarga adrenalina a través de las glándulas suprarrenales,
se produce aceleración cardiovascular, todo esto incrementando los
niveles de oxígeno y energía en los músculos, generando un estado de tensión muscular
y una sensación de alerta constante, preparando
al organismo para responder a la amenaza de la manera más eficiente posible.
Lógicamente es un proceso que se da acompañado,
al mismo tiempo, de profundos estados
emocionales, como el temor, la ansiedad, ira etc,

En la investigación de Selye 1936, citado en Risueño 2005, este describe
un proceso de reacción del organismo que involucra tres instancias a) alarma,
b) resistencia o lucha c) agotamiento. Aquí, en este último es donde podemos ubicar el aspecto nocivo del estrés,
en el agotamiento. Cuando en la persona comienza a decaer la efectividad del
sistema adaptativo, cuando el organismo se encuentra sometido a un estímulo
estresor continuo llega un momento en
que tanta activación del snc y endocrino, y gasto de energía psicofísica acaban por enfermar a la
persona, quien, desesperadamente no
puede recuperarse de la instancia del agotamiento, quedando superada ampliamente
por las exigencias y el estímulo ansiógeno constante, viéndose así atrapada en un torbellino de angustia y desesperación.
¿Y entonces, de qué se enferma
uno si está sometido a constantes niveles de estrés?
Para ser lo más claro posible, se
puede afirmar que el hilo siempre se corta por lo más delgado. Aquellas zonas
más vulnerables que se desprenden de las experiencias infantiles, herencia genética
y los aspectos emocionales; de la conjugación de todo ello se obtendrá la parte
del organismo que será representante de
la angustia, de la imposibilidad de resolver los conflictos y que será a su vez
el foco de la enfermedad.
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