domingo, 28 de febrero de 2016

Voy al psicólogo → tengo “problemitas”

En el consultorio se escucha en reiteradas ocasiones cosas similares a: “el que hace terapia, es porque tiene “problemitas”.  Incluso en pacientes que consultan con la mayor de las expectativas y con buen compromiso con el espacio terapéutico, en algún momento refirió algo sobre ese prejuicio en forma implícita o explícita.  El psicólogo Allport definió al prejuicio como una actitud suspicaz y hostil hacia una persona que pertenece a un grupo, por el simple hecho de pertenecer a dicho grupo, y que por esa pertenencia se le adjudican las mismas cualidades negativas que se le adscriben a todo el grupo.  Allport consiguió demostrar que los prejuicios no están determinados por la personalidad de las personas, sino que son aprendidos desde pequeños. Un prejuicio implica la acción de juzgar algo antes de tiempo o aun sin tener un cabal conocimiento de ellas.
Algunos pensadores sostienen que existe en el hombre una tendencia al prejuicio, y que su utilidad consiste en el ahorro mental; es decir, que la realidad se presentaría tan compleja que la persona debería organizarla cognitivamente en forma estructurada, y por ello agruparía conceptos de forma general, lo que devendría en una facilitación a la formación de pre-juicios.
 ¿Entonces por qué adquirimos este tipo de ideas?
 Por mi parte, concuerdo más con que aceptamos, incorporamos ideas de otras personas, generalmente significativas para nosotros, y que, porque su autoridad y/o credibilidad nos inspira la confianza suficiente para incorporar su pensamiento y conceptos a los nuestros, sin siquiera tener que experimentar previamente con ellos.  Ahora, si una persona es capaz de corregir sus juicios erróneos a la luz de los nuevos datos emergentes, no estaría preservándolos,  los prejuicios se forjan a sí mismos con su  irreversibilidad, a pesar  del accionar de nuevas experiencias esclarecedoras.  ¿Entonces qué sucede con los comentarios anteriormente planteados en el espacio terapéutico?
Es muy frecuente que en los días en los que se realizan estas acotaciones aparentemente prejuiciosas, y que da la sensación de que el consultante se distancia del espacio terapéutico  (curiosamente siempre en los primeros minutos),  terminen aflorando cuestiones extremadamente movilizantes para la persona.  Cosas que quizás nunca hubiera decidido enfrentar. Entonces se puede pensar en estos prejuicios como un mecanismo defensivo aprendido y utilizado hasta que las dificultades y la angustia se tornan insuperables. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tendría comportarse prejuiciosamente en un espacio al que se asiste voluntariamente?

El prejuicio puede ser un mecanismo excelente para no hacernos cargo de aquello que nos pasa, para evadirnos de lo que duele en el alma, de lo que nos confronta con nuestras inseguridades, lo que no tenemos, lo que no somos o lo que no fuimos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario