El sociólogo Guilles Lipovetsky (1983) en La
era del vacío, es de la idea
de que con el devenir de la cultura se produjo un cambio de modelo en relación
con la simbología mitológica que representa a la cultura, a saber, en la
modernidad Prometeo, [Que le arrebató a los Dioses en función de
los hombres]; Fausto, [Quien vendió su alma a cambio de belleza y juventud
eterna]; Sísifo [Quien fue condenado al esfuerzo eterno por desafiar a la
muerte engañando a los Dioses]; todos ellos representaban al hombre moderno,
siendo desplazados, luego en la posmodernidad por Narciso. El autor continúa
con su análisis diciendo que el culto al consumo, la proliferación de las
imágenes, la burocracia, la educación permisiva, “la relativización de la ley”
-lo encomillado es agregado mío- entre otros factores han creado en el hombre,
una modalidad de vincularse que rige tanto para consigo mismo como así
también para con el prójimo, el
narcisismo. 

El Magister en psicoanálisis G. Apolo (2008) en su texto La
violencia de la inconsistencia nos dice que “El mundo actual nos hace creer
que nada es imposible, al
mismo tiempo que, el desfallecimiento de la autoridad, corre paralelo con la
caída de los ideales comunes y la ausencia de ideas rectoras capaces de
orientar. De esto resulta un estado de fragmentación, en el que la rotura de
los vínculos deja a los sujetos más permeables al pánico y a la angustia, ante la
ausencia de lazos afectivos entre ellos”.
Todo rápido, instantáneo, al alcance de un “click”, todo,
tené todo lo que necesitas “ya”, desbordan tus sentidos
millones de estímulos… Todo tan fugaz, tan efímero; pero
veamos que al final, así, solo
queda
el vacío.
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